El origen se encuentra en el budismo pero su mensaje ha perdurado hasta nuestros días debido a su significado universal, siendo por tanto su mensaje tradicional aplicable a los tiempos modernos. Estas raíces universales no conocen de sistemas, ideologías, razas o fronteras.
Se trata del conocimiento de uno mismo por lo que no se acerca tampoco a la religión, puesto que no se compone de dogmas. Es la realidad de la vida, incluso más allá de ésta, la búsqueda de su sentido a través de la experiencia del cuerpo y del espíritu.
Los preferidos para el hogar tienen tonalidades neutras: el blanco, sobre todo, y la gama de colores que van del ocre al beige.
En cuanto a los materiales, la tendencia es la madera natural y en concreto el árbol de la haya. Los muebles que se utilicen dentro de las estancias deberán seguir la máxima de la simplicidad en sus líneas de diseño. Así pues, para conseguir el equilibro perfecto, las piezas que elijamos deben respetar las formas puras al límite. Debemos huir de curvas y barroquismos que no encajen de forma natural y optaremos siempre por las rectas que invitan al orden por fuera y por dentro.
Los aspectos dominantes dentro del espacio serán la sobriedad, el pragmatismo y aquello que sea confortable. Lo que se pretende en una casa Zen es que podamos movernos sin obstáculos. No podemos olvidarnos de algo tan importante como la iluminación dentro de las diferentes habitaciones. El ambiente que queremos lograr será suave y sensual y esto lo alcanzaremos con la luz indirecta. También es vital para la atmósfera el uso de aromas suaves. La búsqueda de armonía en la vivienda debe ser el objetivo, la meta que uno se marca alcanzar, puesto que debemos rodearnos de paz y silencio para meditar.
En el salón y en el dormitorio Si te has decidido y quieres trasladar estas premisas a tu casa, puedes tener en cuenta alguna de estas sugerencias. El salón puede ser pintado de un color que le dote de amplitud y calidez, por ejemplo un beige. Debes ser consciente de que se trata del corazón de la casa y tiene que destacar por encima de todo, así que no dudes en ganar espacios anexionando otras habitaciones pequeñas.
Los objetos decorativos son pocos pero bien elegidos. Por ejemplo, podemos colocar un jarrón de cristal con grava o una botella rellena de paja. La paredes pueden dejarse desnudas si la pintura de la pared es degradada, pero también podemos colocar algunos cuadros de marco negro fino con motivos geométricos.
En el dormitorio se impone la tranquilidad y la pureza del blanco. Nunca pondremos un cabecero en forja, quizá lo más adecuado sería un mueble frontal liso de madera de haya con vetas un poco más oscuras. El edredón podría ser de algodón blanco con las sábanas a juego. Lo que queremos conseguir es que la armonía reine dentro de esta habitación y, por eso, el toque final lo pone la iluminación, muy baja y escondida.
Por último, hablaremos del cuarto de baño, donde el lema que se impone es también la ausencia de elementos superfluos. Todo debe estar dispuesto de modo que sugiera suavidad al tacto, a la vista y al oído. Un buen efecto es sustituir el azulejo tradicional por piedra. Las cañerías de metal limpio pueden aparecer a la vista en algún rincón y el cristal esmerilado de las ventanas armonizará con el agua.
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